Entramos a Dubrovnik por la Puerta de Pile, la que veis a la izquierda, entrada principal al casco antiguo fortificado. El puente de piedra que la antecede es de 1537. La estatua que hay encima de la puerta es de San Blas.
A las 9:00 estábamos en las murallas de Dubrovnik (50Kn por adulto), un agradable pero cansado paseo de algo más de una hora en el que te haces polvo el dedo de tanto apretar el botón de la cámara de fotos. Se accede a ellas por dos lugares, uno, frente a la Fuente grande de Onofrio y otra cerca del embarcadero norte.
Símbolo de Dubrovnik, las murallas ofrecen magníficas vistas de la ciudad, del castillo y de la cercana Isla de Lokrum (reserva natural a 700m de la ciudad), tal y como se aprecia en todas las imágenes.
Las murallas se construyeron en el S. X, fueron modificadas en el XII y reformadas en diversas ocasiones.
Miden 1940 m. y en algunas secciones alcanzan los 25 m. de altura. Tienen varias torres y el fuerte de San Juan ( hoy Museo Marítimo) protege la zona que da al Adriático y al puerto.
Lo último que vimos en las murallas es la Torre Minceta, la más visitada de todas las estructuras defensivas de las murallas. Esta torre semicircular, coronada por una segunda torre con troneras en lo alto data de 1461. La tenéis en la izquierda.
Al bajar de las murallas, bebimos en la Fuente Grande de Onofrio, uno de los monumentos más conocidos de la ciudad. Se construyó entre 1438 y 1444 por el arquitecto napolitano Onofrio de la Cava, responsable también de diseñar el sistema de suministro de agua de la ciudad. Os dejo dos fotos de la fuente, una hecha desde las murallas y otra desde el suelo.
Después entramos a visitar el Palacio del Gobernador (35kn), adornado con antiguos muebles, vitrinas con vajillas, cofre, pinturas, etc.
Un paseo por los alrededores del Monasterio Franciscano nos llevó a la puerta de Ploce, para más tarde continuar por Stradùn y para más compras.
Antes de terminar el relato de Dubrovnik, cuelgo el vídeo del paseo por las murallas:
Regresamos al camping donde nos duchamos, aseamos y comimos antes de poner rumbo de nuevo hacia el Norte.
Unos 60 km. más tarde paramos en Ston para ver sus murallas, las segundas más largas del mundo ( más de 5 km. ), aunque debido a un ataque de ira de Izan, que hizo que descansáramos junto al mar durante más de dos horas (muchos km y muchos días fuera de casa), hizo que no profundizáramos demasiado en las murallas, prosiguiendo nuestro camino en dirección Norte.
La foto de la izquierda es de un panel informativo de la localidad. En ella se aprecia las dimensiones de la muralla.
A la altura de Opuzen, decidimos adentrarnos en Bosnia y Herzegovina para llegar, 44km después ( por una carretera mejor que la de la costa croata) a Mostar. Id con cuidado si queréis llegar allí porque vimos 3 controles de velocidad, más en esos km que en todo el viaje. Eran más de las 19:00 cuando aparcamos en las cercanías del puente, en un parking en el lado Oeste del río Neretva que nos costó 9€ (3€ la hora, menudos ladrones estos).
Mostar es una ciudad de medianas dimensiones, aunque lo más visitado (lo más turístico e interesante) es la zona del puente y alrededores. Es el núcleo principal de Herzegovina.
Fundado por los turcos en el S.XV en un estratégico paso fluvial, el barrio antiguo posee todos los alicientes necesarios para satisfacer a los miles de visitantes que se acercan, incluido el Puente (Stari Most) convertido en un símbolo de lo que fue la guerra de los Balcanes. Estos turcos, llenaron de mezquitas y encanto Mostar, sobretodo el barrio de Kujundziluk. Durante años, aquí convivieron musulmanes y cristianos, entre otras religiones (aunque los cristianos abundan más en la orilla Oeste). Los mapas de la ciudad y del país son de la web de Lonely Planet.
Me veo en la necesidad de contaros algo de historia reciente de Mostar y su guerra, y no he visto mejor manera que copiar literalmente la explicación de mi amigo Sele, experto viajero que lo ha hecho en este post de forma rápida, fácil e intuitiva. Su texto (solo el texto es suyo) está en cursiva. Lógicamente le he pedido permiso antes de publicar sus palabras.
Al igual que Sarajevo y que toda Bosnia en el año 1992, esta pequeña ciudad sufrió los ataques del ejército serbio durante más de seis meses de constantes bombardeos. Los católicos (de etnia croata) y los musulmanes bosníacos lucharon juntos contra ellos y lograron detener muchas de las acometidas de los yugoslavos que les asediaban desde muchos flancos. Pero las diferencias entre ambas confesiones y las viejas rencillas dieron un nuevo giro a la guerra tanto en Mostar como en el resto de Bosnia con la misma situación étnica. Católicos croatas y bosnios islámicos, comenzaron una lucha fraticida y cruel que llevó a la matanza de miles de inocentes. Los croatas aniquilaron todo símbolo musulmán, por lo que Kujundziluk, la parte más antigua y bella de la ciudad fue la que se llevó la peor parte. Las casas del centro viejo fueron destruidas, las calles se convirtieron en ruinas llenas de cadáveres, las montañas se llenaron de trincheras y bunkers, y una de las Avenidas, conocida como El Bulevar, se convirtió en ese punto intermedio entre unos y otros donde la devastación fue mayor aún. Pero el viejo puente (Stari Most) siguió resistiendo, desafiando al genocidio que allí se estaba cometiendo. Los habitantes trataron de proteger el puente con neumáticos, creando un techo provisional con placas de metas e incluso alfombras. Todo con tal de conservar el legado de siglos, que por otra parte era el único paso que llevaba a la única fuente de la ciudad. Los croatas trataron de no dejar piedra sobre piedra pero no lo conseguían de ninguna forma. Un día recibieron un soplo de alguien que dicen que en su día trabajó en la conservación del puente, quien confesó a los mandos militares que éste tenía su interior hueco, y que si disparaban concienciadamente contra esta cámara hueca tirarían el puente abajo. Así hicieron días después, y tras varios disparos el puente cayó sobre el verde Neretva tiñéndolo de rojo sangre, el mismo que decoraba el panorama desolador de Mostar.
Más que volar un lugar estratégico, lo que habían hecho los extremistas fue derrumbar el símbolo del nexo entre las comunidades musulmana y croata. Era poner un punto y final a toda reminiscencia de la época esplendorosa que había supuesto en la ciudad el Imperio Otomano. El puente, como los más importantes monumentos de la ciudad, símbolos de una herencia musulmana, fueron las zonas más afectadas del infierno de Mostar. Por tanto, está claro que la destrucción premeditada del Stari Most no obedeció a razones militares. La barbarie se cometió para borrar de una vez por todas las raíces culturales de la población, que llevaba siglos conviviendo en paz y armonía. El lazo de unión de dos comunidades, de dos universos históricos y culturales, se vino abajo ante la mirada de Occidente, que hasta entonces había hecho la vista gorda. Hizo más ruido la voladura del Puente de Mostar que los lamentos de los ciudadanos pidiendo ayuda ante la masacre vergonzosa que se estaba cometiendo. En 1995 cuando los Cascos azules (muchos de ellos españoles) arribaron a la ciudad del Neretva se encontraron con un escenario de muerte y destrucción. Al menos lograron interrumpir que los habitantes se siguieran matando los unos a los otros. Imaginaos la sed de venganza de muchos que se habían quedado sin hogar, o lo que es peor, se habían quedado sin familiares o amigos. Durante todo este tiempo se ha trabajado para reanudar la paz y devolver la normalidad a la vida cotidiana de Mostar. Algo que ha hecho mejorar la economía de la ciudad no sólo ha sido la colaboración de los Gobiernos internacionales, sino también la proliferación del turismo. Si bien la ciudad, sobre todo la parte más antigua, se ha ido restaurando y reconstruyendo poco a poco, no podía ser menos que ocurriera lo mismo con el inexistente Puente del Siglo XVI desaparecido en las verdísimas aguas del Neretva. Bajo el auspicio de la UNESCO y la colaboración desinteresada de organismos y de los propios habitantes de la ciudad, se trazó un proyecto muy ambicioso consistente en levantar un puente exactamente igual al anterior. Primero analizaron minuciosamente las características del monumento e investigaron cómo fue construido en 1566 por Mimar Hajruddin. La piedra caliza y reluciente que habían utilizado en el Siglo XVI para los arcos y las partes frontales del puente recibe el nombre de Tenelija y sólo se encuentra en la región de Mostar. Para el suelo se había utilizado otro tipo de piedra, más porosa, que se encuentra en las orillas del Neretva. Se dieron cuenta en éste momento de la razón que hizo “sangrar” el puente cuando cayó al río, y no fue otra que para sellar el suelo se empleó un mortero rosa que contenía bauxita y alumina de color marrón rojizo. Al caerse, se mezcló con el agua, lo que provocó que se coloreara el río con un tono rojo. Una vez claro el material utilizado se pasó a investigar cómo había sido diseñado y se estudió minuciosamente su estructura. Así poco a poco se fue haciendo exactamente igual que casi cinco siglos antes hasta que fue inaugurado el 23 de julio de 2004, asistiendo personalidades de medio mundo como símbolo de la reconciliación en una de las ciudades más castigadas por la guerra. Un puente hacia la esperanza de paz, no sólo en Los Balcanes, sino en este mundo tan sumamente contaminado por los señores de la guerra, que manejan pueblos según sus intereses y que no reparan en las consecuencias de sus actos. Numerosas instituciones y fuerzas militares desplegadas en Mostar aún siguen llevando a cabo labores humanitarias y de reconstrucción, además de evitar posibles enfrentamientos y vendettas entre clanes poblacionales.
Hace menos de una década el panorama en la ciudad era desolador, tal y como muestran las fotografías que he publicado hasta aquí en este artículo (son fotos de un libro que compré en una exposición fotográfica). Hoy, con la ayuda de todos, se ha conseguido que la cruel guerra deje paso a la gente de la calle y a turistas venidos de todo el mundo. Pero dejémonos de historia, y vayamos al relato de nuestra visita.
Bajamos a la orilla del río para ver el puente desde allí, tal y como se ve en la foto. El puente no sorprende por su longitud (28 metros) o por su anchura (4 m.). Lo más llamativo es el original ángulo de su arco. Éste fue un lugar de paso entre el este y el oeste de la ciudad antigua, y estaba flanqueado por dos torres, la Halebija en la orilla derecha y la Tara en la orilla izquierda (siglo XVII). La simbología en este caso era muy clara, Oriente y Occidente unidos por una de las construcciones más adelantadas a su tiempo. Se ve el puente y las dos torres en la foto de arriba a la izquierda.
Minutos más tarde, y tras pasear por las preciosas calles de la parte antigua en la orilla Oeste, la católica, llegamos al famoso puente por la torre Helebija, utilizada como mazmorra durante el Imperio Otomano. Fue muy gratificante estar en el centro del símbolo de paz y unión. Desde ahí se veía el Kujundziluk o barrio turco, con sus casas de cuento, algunas con colores amarillos y rojos y la mezquita más famosa de Mostar, Koski Mehmed Pasha (1617), que no visitamos por el horario y a la que según mi amigo viajero Sele, se puede entrar y por 1 € subir al minarete y desde donde hay unas vistas de la zona antigua únicas. Tanto el barrio turco como la mezquita, las veis en la foto de la izquierda hecha desde el mismo puente.
Después de cruzar el puente (que resbalaba bastante), estábamos paseando tranquilamente entre los comercios y bares de Kujundziluk, justo en la vertiente Este del Neretva. En las tiendas se vende de todo, desde camisetas de fútbol a libros o DVD’s dedicados a la guerra en Mostar, pasando por recuerdos de la batalla tales como balas o restos de armas. Compramos algún imán de nevara, pendientes y regalos para la familia. En esta zona hay una pequeña advertencia para que no vuelva a ocurrir lo mismo que hace unos años, una placa de cemento donde se lee: “DON’T FORGET” no olvidar.
Ya había anochecido, y la ciudad se mostraba más bella si cabe con la iluminación del casco antiguo, tal y como se aprecia en las instantáneas que hay a continuación:
Tras el breve paseo, fuimos a cenar. Cruzamos de nuevo el puente y aterrizamos en el restaurante Sadrvan, en una preciosa terraza en la calle. Una fuente de carne asada con patatas y verduras, un plato de verduras asadas, coca-cola y agua por 18,21€ (35,5 KM). La foto de la derecha, donde están Izan y Yolanda, es del restaurante.
Después de cenar, cogimos la autocaravana, y aunque era tarde, decidí buscar la parte más afectada durante la batalla entre católicos y musulmanes. Recibe el nombre de Bulevar.
Bulevar es una calle, repleta de edificios medio destruidos, algunos de ellos esqueléticos, donde se ve claramente el paso de la guerra por Mostar, ya que en el centro histórico está todo reconstruido.
Nuestro gozo en un pozo, ya que nos perdimos buscando la calle y golpeamos un balcón que estaba bastante bajo con la parte alta de la autocaravana, acabábamos de perder los 700€ de fianza, y con el mal rollo que teníamos, unido a que estábamos perdidos y la hora que era, hizo que decidiéramos poner fin a nuestra aventura en tierras de Bosnia Hercegovina. Podéis ver lo que andábamos buscando en este vídeo:
De todos modos, aunque no vimos este lugar, las huellas de la guerra, siguen todavía presentes en las fachadas de muchas casas, sobretodo si os alejáis del centro histórico. Muestra de ello es la foto que hay en la izquierda.
Por cierto, se me olvidaba, en 2005, Mostar pasó a formar parte de la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Después de todo esto, regresamos a la costa croata, donde dormimos en un parking de los que hay junto a la carretera cerca de Ploce.
Os dejo aquí unas cuantas fotos más de Mostar (se nota que nos gustó bastante debido a la cantidad de fotos,¿eh?):
Dejo aquí nuestro vídeo de la ciudad:
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