En el artículo anterior os contaba nuestra
visita a Combourg y Dinan, quedándonos a mitad en esta última, de modo que en este artículo continuo con
Dinan.
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Descendiendo la calle de Jerzual, Dinan. |
A estas alturas ya nos habíamos dado cuenta de que nos encontrábamos en una de las perlas del viaje, una de esas poblaciones que justifican por si solas un viaje a Bretaña, ya que de momento era la que más nos estaba gustando de todo lo que llevábamos visto, pero todavía depararía rincones preciosos a nuestros ojos, como la calle que paseamos a continuación.
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Calle de Jerzual, Dinan. |
La escarpada
calle de Jerzual, adoquinada y en fuerte pendiente, parece conducir a plena Edad Media.
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Casas de entramado de madera en la calle de Jerzual. |
Las casas medievales de madera acabadas en forma de triángulo puntiagudo son testigo de la riqueza que vivió esta ciudad y hoy en día se han convertido en bares, tiendas y creperías. Entre los siglos XIV y XVIII la calle estaba repleta de tejedores, curtidores… y en ella vivían burgueses, artesanos y comerciantes.
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Yolanda en la calle de Jerzual. |
En la actualidad es una visita imprescindible que permite viajar en el tiempo ante los talleres-tienda de artesanos vidrieros y doradores de madera.
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Calle de Jerzual cruzada por las murallas de Dinan. |
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Dinan desde las murallas cuando cruzan la Calle de Jerzual. |
A medio camino, la calle Jerzual es atravesada por las murallas de la ciudad, que se pueden subir en este y otros puntos para recorrerlas si os apetece.
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Puerto de Dinan al final de la calle de Jerzual. |
La calle baja hasta el río Rance y su pequeño puerto de recreo, desde donde, si se posee tiempo suficiente, se puede llegar en barco hasta el mar y Saint Malo, nuestro siguiente destino.
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Río Rance al final de la calle de Jerzual. |
Esta fue antaño la única carretera que unía el puerto con intramuros, de ahí la importancia histórica de la misma.
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Yolanda y Joel en la Calle de Jerzual. |
Tras descansar en una de las muchas terrazas de la zona y reponer fuerzas con unos crepes y una sidra, típicos productos de Bretaña, volvimos a subir la calle hasta la muralla, donde la abandonamos.
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Parte trasera de la Basílica de Saint-Sauveur. |
Pasamos por detrás de la
Basílica de Saint-Sauveur, por el
Jardín Inglés, desde donde se obtienen unas vistas de las murallas y del puerto desde las alturas francamente magníficas.
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Vistas desde el Jardín Inglés del puerto y murallas de Dinan. |
Desde aquí volvimos al parquing donde habíamos dejado el coche.
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Dinan. |
Esta ciudad nos había dejado muy buen sabor de boca y todavía hoy es difícil hacerla salir de nuestros pensamientos. No nos cansaremos de aconsejarla.
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Mapa de Saint Malo. |
Abandonamos con tristeza Dinan tras pasar poco más de dos horas en ella y dimos la bienvenida a
Saint Malo, a tan solo 35 kilómetros, poco más de media hora en coche.
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Grand Porte de Saint Malo. |
Aparcamos extramuros y caminamos hasta la puerta de entrada principal de sus murallas, la
Grand Porte, compuesta de dos torres y una plataforma de tiro, portada por matacanes de cuadruple resalto (típica de la segunda mitad del siglo XV).
En esta época los barcos amarraban allí, para hacer transitar los productos que venían de los mares del sur, la China y Arabia, hacia las bodegas de los armadores corsarios.
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Casco antiguo de Saint Malo. |
Esta isla fortificada a 33 km de Dinan, como si de un barco de piedra encallado en la desembocadura del río Rance se trarata, fue conocida en tiempos antiguos como la ciudad de los piratas, pues fue base de los corsarios que atemorizaban a los navíos en el Canal de la Mancha durante los siglos XVII y XVIII.. Saint-Malo muestra con orgullo sus murallas junto a la playa y el puerto de leyenda, lugar de veraneo a principios del siglo XX, con sus playas y sus balnearios estilo ‘belle-époque’.
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La Estrella del Rey, Saint Malo. |
De aquí zarpó, en el siglo XVI, Jacques Cartier para descubrir Canadá, así como los barcos pesqueros que llegaron a Terranova y también colonizaron las Malvinas varios de sus habitantes. Los armadores hicieron fortuna y la ciudad prosperó al abrigo de las murallas, ampliadas por los discípulos del arquitecto Vauban. Se proclamó en el s. XVI independiente de Francia y de Bretaña durante 4 años. En el siglo XVIII, los corsarios Duguay-Trouin y Surcouf reafirmaron el prestigio de Saint-Malo, cuyo estandarte flota por encima de la bandera francesa.
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Murallas de Saint Malo. |
Pronto quedamos abrumados por la belleza de la ciudad, lástima haber tenido sólo unas tres horas para recorrerla y no poder disfrutar de encantos de la misma como su acuario, sus playas (en caso de ser verano) o alguno de sus museos...
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Murallas de Saint Malo. |
Protegida por
murallas fortificadas de granito, la ciudad corsaria de
Saint Malo, que quedó arrasada en agosto de 1944, está tan bien restaurada que ha recuperado la austera armonía que la caracteriza. Las fachadas y torres que emergen de las fortificaciones confieren a la ciudad esa silueta tan característica.
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Camino de Ronda de Saint Malo. |
La mejor vista del centro se disfruta desde el paseo que corona su muralla, llamado
Camino de Ronda, y que salta de bastión en torre y nos permite caminar asomados al océano. Su duración aproximada es de 2 horas, así que nosotros no pudimos hacerla, pues ya era tarde.
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Camino de Ronda de Saint Malo. |
Por un lado, las callejuelas de la ciudad y, por el otro, magníficas vistas a las playas, al puerto y a los fuertes, así como a la pequeña Isla de Grand Bé.
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El efecto de las mareas en Saint Malo. |
Se accede a las murallas atravesando la puerta
Saint-Vincent de 1708, la entrada a la ciudadela, allí está la oficina de turismo y hay un parking.
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Rincón con encanto de Saint Malo. |
Se empezaron a construir en el s. XII y permanecieron intactas después de los bombardeos de 1944.
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Saint Malo está fuertemente ligada al mar. |
Aunque no hicimos el Camino de Ronda entero, si que recorrimos un pedazo del mismo.
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Saint Malo, edificios de intramuros. |
Murallas adentro, el paseo continúa entre calles estrechas y adoquinadas con fachadas de granito perfectamente alineadas. Cuando uno admira su estilo es difícil creer que la mayoría de ellos fueron reconstruidos tras los bombardeos de 1944.
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Saint Malo, intramuros. |
Desde la entrada a la ciudad te asalta la tentación de pararte en una terraza de la plaza Chateaubriand. La torre Quic-en-Groigne, la casa Pélicot construida como el castillo trasero de un barco, las casas de los armadores y los alturas del Hotel d’Asfeld te esperan.
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Saint Malo, edificios de intramuros. |
En temporada alta y durante el fin de semana, el conjunto bulle de animación gracias a sus tiendas y restaurantes, concentrados entre el castillo y la catedral. La ciudad disfruta asimismo de la proximidad de playas de arena fina (Môle, Bon Secours), repartidas al pie de las murallas.
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Catedral de Saint-Vicent en Saint Malo. |
Hay que visitar la
Catedral de Saint-Vicent (siglo XII), con valiosas vidrieras de colores en el presbiterio, y el Castillo, hoy ocupado por el Ayuntamiento y el Museo de Historia.
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Intramuros. El Castillo de la Duchesse Anne. |
El
Castillo de la Duchesse Anne, encaramado a la torre Quic-en-Groigne, fue el símbolo del poder ducal y luego real.
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El Castillo de la Duchesse Anne desde extramuros. |
Destacan la fachada de las casernas de los ss. XVII y XVIII (convertida en ayuntamiento), la cisterna, la gran torre del homenaje (1424) y el castillete. La pequeña torre del homenaje, erigida en 1395, está flanqueada por el antiguo muro del recinto.
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El Castillo de la Duchesse Anne. |
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Saint Malo. |
Nosotros no entramos ya que habíamos leído que no merecía la pena.
En resumen, que esta fantástica ciudad está a la altura de Dinan, mereciendo por si sola un viaje a Bretaña, pues es imposible describir la belleza de la misma, de modo que sale perjudicada hasta en las fotos.
Tras la espectacular visita de Saint Malo volvimos al camping en las cercanías de Combourg, donde cenamos y nos acostamos a dormir, teníamos que reponer fuerzas para el día siguiente en el que visitaríamos varias poblaciones de gran belleza, pero eso ya os lo cuento en otro artículo...
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