Sudeste asiático en familia. Vietnam. Trekking en Sapa. Parte 7.

El día empezaba temprano, aunque por la noche habíamos preparado el equipaje para guardarlo en la habitación del hotel habilitada para ello y llevábamos sólo lo imprescindible para dos días en una maleta, pues debíamos desayunar y dejarlo todo listo.

Primeros minutos del track. 

A las 08:00 llegó puntual Pang a la puerta del hotel, y sin tiempo que perder, pusimos rumbo a su casa, a unos 4 kilómetros de Sapa.

Nada más dejar Sapa ya vemos esta preciosidad.

El día anterior después de hablar con Pang y ver las posibilidades que nos ofrecía para hacer el trekking, nos decantamos por la ruta menos turística, así que en principio nos encontraríamos con pocos turistas y prácticamente ninguna tienda de productos locales o souvenirs, de modo que acertamos porque, entre campos de arroz, montañas y tribus, disfrutamos de una experiencia inolvidable.

Joel disfrutó de lo lindo caminando por la montaña.

Pang es de la tribu o etnia H'Mông (o Miao), la más numerosa de la zona, que proviene del sur de China, donde empezaron a emigrar hacia el sur hace más de 300 años, no sólo a Vietnam sino también a Laos, Camboya y Tailandia.

Algunos años nieva en Sapa.

Cruzamos toda la población de Sapa hasta llegar al lago, donde poco después de rebasarlo giramos a la izquierda por un camino de tierra, seguidos por tres mujeres que intentaban que les compráramos algo.

Cruzamos alguna pequeña cascada.

Como ya habíamos realizado las compras y no queríamos cargar con peso innecesario le dijimos a Pang para que hablara con ellas y les comentara que no queríamos comprar nada, que era mejor que esperaran a otros turistas, y ellas hicieron caso.

Los paisajes son espectaculares.

Sapa, al noroeste de Vietnam.

La pobreza ha llevado a un gran número de niñas que abandonan sus pueblos cada día para ir a vender en la ciudad de Sapa, y dependiendo de su suerte, sólo puede tener una comida al día.

Hora del baño.

¿Postureo o casualidad?

Durante la caminata, Pang nos iba contando cosas interesante sobre su cultura y forma de vida, como que los niños y niñas se casan jóvenes (en torno al 15-18) y, a menudo tienen dos hijos en el momento de cumplir los 20 años de edad.

Caminando entre arrozales.

También nos contó que en invierno hace bastante frío, y que, aunque no suele nevar, cada 5 o 6 años suele haber un año de nieves que deja todo blanco, un martirio para los locales, porque ese frío extremo mata las cosechas y al ganado.

No hace falta alejarse demasiado de Sapa para flipar.

Os recuerdo que Sapa se encuentra a 1.600 metros de altitud, lo que la convierte en
la ciudad más alta de Vietnam, además está rodeada de puntos más altos de la cordillera montañosa Hoang Lien Son.

Una aldea del camino.

Durante la caminata, además de ver cientos de campos de arroz, de todas las formas posibles y en lugares que parecen inaccesibles, cruzamos varios poblados o aldeas, incluso de tres o cuatro casas donde vive una misma familia (varios hermanos o hermanas con sus esposas o maridos) cada una en su casa.

Familia vietnamita preparando la comida.

Cuando cruzábamos estas aldeas Pang aprovechaba para hacernos saber cómo era el modo de vida de la gente, su día a día.

Allá donde fueras haz lo que vieras.

Así tiñen sus ropas.

Pang seguía explicándonos cosas interesantísimas sobre su cultura, como que hablan un dialecto diferente al vietnamita, cómo usaban el tinte natural para sus coloridos vestidos o cómo se cultiva el arroz, además de hacer que probáramos la raíz y el arroz crudo directamente de la planta.

Una Joven local cosiendo su propia ropa.

Las mujeres tejen, tiñen y cosen su propia ropa, y es necesario que antes del matrimonio tengan ya preparado su "ajuar".

Niños europeos y asiáticos juntos.

Los más pequeños no usaban pantalones.

Izan y Joel fliparon al ver como niños extremadamente pequeños iban campando a sus anchas por ahí, y cuando preguntaron porqué iban sin pantalones, la respuesta de Pang fue de lo más lógica, así cuando hacen pipí o popó no se ensuciaban, no tenían que cambiarlos de ropa y no necesitaban "malgastar2 el poco dinero que tienen las familias en pañales.

El comedor de la casa de Pang.

Unas dos horas después de salir del hotel, probablemente menos, llegamos a casa de Pang, una humilde casa en un terreno que pertenece a su suegra y donde viven varios de los hermanos de su marido.

Alrededores de la casa de Pang.

La casa está rodeada de preciosos arrozales que pertenecen a la familia, ya que el arroz es la base de la economía de las familias.

Carne con cebolla y carne con brotes de soja.

Nada más llegar, Pang nos presentó a su familia, marido y tres hijas preciosas, que estaban acompañadas de algunas de sus primas, y mientras Pang y su marido preparaban la comida, nosotros le dimos unos regalitos a las niñas, unos juegos que les gustaron bastantes y a los que aprendieron a jugar enseguida.

Comiendo todos juntos.

Comimos todos juntos en el comedor, y la comida, más casera imposible, estaba excelente, los rollitos, preparados por su hija mayor, fueron los mejores que probamos en todo el viaje, con mucha diferencia. Comer allí con todos ellos fue una experiencia magnífica y una manera de conocer sus costumbres (añadían agua fría al arroz blanco en sus bols) de primera mano...muy recomendable.

¿No os recuerdan a "la Blasa" de José Mota?

Aunque lo más gracioso, todavía me parto de risa cuando lo pienso o veo las fotos, fue cuando Pang disfrazó con sus ropas de mujeres H'Mông a mi mujer y mi hermana...¿a que están guapas?...ja, ja, ja, ja...

Pang y Joel hicieron buenas migas...

El pueblo del fondo es Sapa, y llegamos desde allí caminando.

Después de comer y de recoger y fregar todo (lo fregaba la pequeña de la casa), continuamos con nuestra aventura por las montañas de Sapa, entre arrozales y casas, cruzando fincas y ríos, pasando junto a colegios y viendo a decenas de cerdos vietnamitas por el camino.

Los viajeros juntos.

¿Veis las plantas de marihuana?

Continuamos caminando y cruzándonos con cosas interesantes, como un campo de plantas de marihuana, pero no os creáis que las usan para fumar, no es ese el objetivo, más bien las plantan para aprovechar el cáñamo y hacerse los vestidos.

Trekking por Sapa.

Los arrozales son preciosos.

Como ya os adelanté, apenas había turistas, de momento sólo nos habíamos cruzado con un grupo de españoles al principio de la caminata, y desde ese momento nada de nada.

Imaginad si debe costar plantar una a una manualmente esas hierbas.

Sigue el camino de "baldosas amarillas"

Después de un rato caminando por unos senderos imposibles de encontrar si no vais con algún guía, hicimos una parada en la única tienda para turistas que vimos en el camino, más que una tienda era un lugar donde las locales exponían sus creaciones para que los turistas las compraran.

Libélula y saltamontes de Sapa.

No nos cansábamos de ver arrozales.

Aprovechamos para ir al baño y Yolanda y mi hermana se aprovisionaron de algún que otro bolso hecho a mano, otro más para la colección...

Caminamos casi 14 kilómetros, al fondo Sapa, de donde salimos.

Sapa y sus arrozales dejaron huella en todos nosotros.

Bueno, de momento lo dejo aquí, que si no esto se hace interminable, en breve más, prometo no haceros esperar demasiado.