Pero la alegría pronto se volvió incertidumbre. El tren llegaba con retraso y eso me hizo perder el tren de la estación de Sants hacia el aeropuerto. El siguiente llegó con algo de retraso también, así que llegué al aeropuerto de Barcelona, pero a la terminal 2 y yo volaba desde la 1.
La incertidumbre dió paso a la desesperación, pues veía que perdía el vuelo. Cogí el autobús lanzadera que une de forma gratuita ambas terminales y al llegar a la terminal 1 corrí como un poseso hacia el control de equipajes. Me dejaron colarme y continué corriendo hasta la puerta 61, una de las más lejanas, pero cuando llegué, exahusto, hacía 2 minutos que habían cerrado el vuelo y por primera vez en mi vida perdía un avión.
Me quedé chafado, decepcionado y hundido, pero tenía que volver en mi y solucionar el problema en el que me había metido. Primero, tras salir de la zona de embarque, pregunté en vueling por otro vuelo, pero no había más ese día y tenía que esperar al día siguiente, así que busqué el próximo vuelo en dirección a Lyon y tuve suerte, airfrance volaba a las 13:00 allí, sólo tres horas después, así que compré el billete, mandé un mail a la responsable de la promoción para el Turismo en Rhônes-Alpes en España, Portugal y Brasil, Céline Gomes, que nos iba a recoger a mi y a mis compañeros de viaje en Lyon para avisarle del percance.